sábado, 19 de diciembre de 2015

Experiencias de trader



Volver a mapear la mente: terapia cognitiva para traders (Partes 1-5)


(Nota: Este artículo se corresponde al material adicional del Capítulo 6 del libro El entrenador de trading, del Dr. Steenbarger).

Los traders activos de futuros y opciones toman sus decisiones de forma rápida y frecuente, lo cual requiere un alto nivel de claridad mental. Al repasar sus operaciones perdedoras, a menudo descubren que se han desviado de sus estrategias y planes previstos, convenciéndose a sí mismos para tomar decisiones que nunca realizarían en sus ensayos sobre el papel. Resulta extremadamente frustrante volver a ver la sesión de ese día y ver las señales “obvias” que se escaparon y las decisiones impulsivas que se tomaron. “¿Qué estaba pensando?” es una observación común. A veces, parece que no estábamos bien de la cabeza.

Según los terapeutas cognitivos, eso es exactamente lo que ocurre. En el fragor del trading, cambiamos nuestros estados mentales, activando patrones mentales automáticos que pueden sabotear los planes mejor preparados. La meta de la terapia cognitiva es identificar estos patrones mentales, interceptarlos y reemplazarlos con unas alternativas más constructivas. En este artículo, repasaré los elementos básicos de este enfoque y explicaré cómo pueden los traders convertirse en sus propios terapeutas cognitivos.


Los esquemas cognitivos: los mapas de la mente

La terapia cognitiva comienza con la noción de que las personas tienen la necesidad básica de entender su mundo. Nuestra necesidad de explicar los acontecimientos de la vida es tan fuerte que a veces preferimos una explicación supersticiosa y mística a no tener ninguna explicación. Un ejemplo clásico es el de las personas que sufren de un problema conocido como ataques de pánico. En medio de situaciones que no son en absoluto amenazadoras, estos individuos pueden experimentar repentinamente un miedo insoportable. Debido a que la reacción parece no venir de ninguna parte, los pacientes con este trastorno se inventan sus propias explicaciones de sus ataques. Si les dio un ataque de pánico en un centro comercial o en un coche, asumirán que los centros comerciales y los coches son el problema y evitarán esos entornos. Al final, la lista de situaciones que creen que les producirá un ataque se multiplica hasta el punto de que los pacientes se niegan a salir de sus casas.

Las redes de ideas que organizan nuestras percepciones se conocen como esquemas cognitivos. Podemos pensar en los esquemas como mapas mentales. En cierto sentido, son los archivadores en los que se almacenan nuestras experiencias. El investigador suizo de la psicología evolutiva Jean Piaget describió el crecimiento intelectual como una función del desarrollo de nuestros esquemas. Cuando nos encontramos con información y experiencias nuevas por primera vez, intentamos asimilarlas a estos esquemas ya existentes. Por ejemplo, si esperamos que un mercado baje, podemos interpretar una subida a un nuevo máximo a corto plazo como una posible cabeza en una formación de cabeza y hombros. Si, no obstante, ya no es posible encajar la nueva información con nuestras expectativas, al final acomodamos – o alteramos – nuestros esquemas para explicar nuestra experiencia. De tal forma que si el mercado rompe fuertemente al alza en vez de girarse a la baja tras la posible “cabeza”, puede que abandonemos nuestra posición bajista y operemos sobre la ruptura al alza.

Al final, todos somos hijos de nuestra experiencia. A medida que nos hacemos mayores, desarrollamos unos esquemas cada vez más ricos y complejos, ayudándonos a entender mejor las experiencias de la vida. Las categorías en nuestros archivos mentales reflejan los acontecimientos que nos hemos encontrado en la vida. Las personas que han crecido sintiéndose seguras y amadas internalizarán esquemas positivos sobre sí mismos. Alguien que haya experimentado violencia y rechazo tenderá a desarrollar un mapa mental más negativo. La mayoría hemos conocido individuos con una baja autoestima que a duras penas pueden aceptar un cumplido. Sus archivos sencillamente no pueden acomodar comentarios positivos; no encaja con su experiencia.

El desafío para los traders de acciones, futuros y opciones es que inevitablemente todos traemos nuestros esquemas a nuestra operativa. Cómo interpretamos el mundo afectará a cómo interpretemos los movimientos del mercado. Para ver cómo esto puede afectar al trading, consideremos el ejemplo de un trader al que llamaré Tony.


El perfeccionismo: el saboteador oculto

Tony no creció en un hogar violento y abusivo. De hecho, sus padres le querían y le proporcionaron seguridad emocional y financiera. Ambos padres, al venir de entornos modestos, estaban decididos a proporcionar a su familia con las comodidades materiales que ellos nunca disfrutaron. Trabajaron duro y les inculcaron una cultura del logro. Mientras crecía, Tony siempre fue un buen estudiante y recibió elogios por sus logros académicos y atléticos. Sus padres fueron estrictos con él y le exigieron que dedicase mucho tiempo por la noche a sus deberes. Esto, no obstante, dio sus frutos y Tony pudo asistir a una universidad y a una escuela de negocios muy competitivas.

A pesar de sus logros, Tony frecuentemente era infeliz. A menudo sentía que no estaba a la altura de las expectativas de sus padres. En secreto, dudaba que pudiese estar a la altura del ejemplo de su padre. Incluso cuando conseguía algo en el colegio o en el campo de fútbol, temía que luego no daría la talla. Decidido a hacerlo lo mejor posible, se forzaba a sí mismo sin piedad. Era más estricto consigo mismo de lo que sus padres lo fueron nunca.

Tony desarrolló un interés en el trading durante su máster en la escuela de negocios. Tuvo éxito al principio en un mercado alcista y vio el trading como un medio para conseguir sus elevadas metas financieras. Al poco de probar con el trading a tiempo completo, no obstante, Tony se encontró con que sus patrones emocionales interferían con su operativa. A pesar de haber desarrollado un sistema de trading que había testeado cuidadosamente tanto a nivel histórico como en tiempo real sin dinero, Tony repetidamente se saltaba el sistema, realizando a veces operaciones con una baja probabilidad y no tomando a veces señales válidas. En tales ocasiones, se reprendía a sí mismo y se sentía como un fracasado. Incluso cuando las operaciones iban bien, cuestionaba sus decisiones. Tal vez debería haber operado con una posición mayor, tal vez debería haber operado sobre el contrato más volátil y rentable.

De los esquemas que traemos al trading, los perfeccionistas son algunos de los más corrosivos. Los esquemas depresivos (“No valgo nada”) y de ansiedad (“Algo malo me va a ocurrir”) son obviamente negativos y tienen dolorosas consecuencias emocionales. Los esquemas perfeccionistas, no obstante, se camuflan como virtudes. Tony estaba orgulloso de sus altos estándares y de su motivación por el logro. Mientras que esos esquemas estuviesen operando, nunca se aceptaría a sí mismo. De hecho, muchas de las peores pérdidas de Tony ocurrieron tras aumentar el tamaño de sus posiciones tras una racha de operaciones ganadoras consecutivas. Los beneficios no eran suficientes, así que tenía que arriesgar más. Cuando la pérdida inevitable se produjo, eliminó buena parte de los beneficios anteriores.

En mi libro La psicología del trading, cuento la historia de un bar de Kansas que hace tiempo frecuenté. Un cartel de neón en la ventana prometía “Mañana cerveza gratis”. Cuando los clientes volvían al día siguiente, no obstante, el dueño del bar les informaba de que la cerveza gratis era mañana. No hace falta que les diga que a nadie le dieron nunca cerveza gratis en ese bar.

El lema del perfeccionista bien podría ser: “Mañana autoestima”. “Si tan sólo fuese un poco mejor” sugiere el lema, “entonces estaría bien”. Cuando es un poco mejor, no obstante – cuando ha conseguido un nuevo máximo en su curva de capital, un beneficio en el mercado, lo que sea – el sentimiento subyacente de no ser lo suficientemente bueno persiste. Tony creía que nunca estaría a la altura de su padre y eso afectaba a su evaluación de sí mismo. Aunque él creía que estaba motivado por el logro, en realidad estaba motivado por un molesto sentimiento de inferioridad. Como los clientes del bar, seguía volviendo, tan sólo para descubrir que la promesa de la autoestima se posponía un día más.

Fuente: Jose Luis Cárpatos         estrategiasdeinversion.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario